El Seguro Más Caro del Mundo (Y el Dueño Más Tacaño

🚗En un barrio donde los gatos tenían más clase que los vecinos, vivía Don Evaristo del Volante, un coleccionista de autos clásicos con más grasa de motor que sangre en las venas.

Tenía un Chevrolet Bel Air del ‘57, un Mustang del ‘69, y un Volkswagen Escarabajo del ‘75 que solo usaba los domingos… para presumirlo frente al espejo.

Pero Don Evaristo tenía un defecto mortal:
Era más tacaño que un semáforo en verde.
No pagaba estacionamiento (“¡Eso es para los débiles!”), ni cambio de aceite (“el motor necesita carácter”), y mucho menos… seguro de coche clásico.

—¿Seguro? ¡El seguro soy yo! —decía golpeándose el pecho con orgullo y colesterol.

Hasta que una noche de lluvia (porque todo desastre automovilístico comienza con una noche de lluvia), un rayo cayó justo en su garaje.
No incendió nada, pero sí activó el claxon del Bel Air durante tres días seguidos.
Los vecinos empezaron a dejarle volantes de aseguradoras bajo la puerta.

Avergonzado, Evaristo decidió finalmente buscar un seguro.
Fue a la primera oficina que encontró: “AsegurAuto Clásico, Casi No Robamos”.

El agente —un joven con corbata torcida y sonrisa sospechosamente amable— le ofreció un plan “todo riesgo, todo tiempo, todo tipo de locura”.
Evaristo aceptó… pero, al ver el precio, se desmayó más rápido que un Prius en subida.

Cuando despertó, el contrato ya estaba firmado.
Y su tarjeta de crédito lloraba en un rincón.

A la mañana siguiente, Evaristo quiso estrenar su nuevo seguro sacando el Mustang. Pero al girar la llave, el auto tosió y soltó una bocanada de humo.
El tablero mostró un mensaje que nunca antes había visto:

“Felicidades, su seguro cubre incendios… así que vamos a probarlo 🔥.”

El coche se encendió solo. Literalmente.
Una pequeña llama bailaba alegremente sobre el capó, mientras el sistema de sonido ponía “Burning Love” de Elvis Presley.

Evaristo corrió a llamar al seguro, pero la grabación automática le dijo:

“Todos nuestros agentes están ocupados atendiendo autos que deciden incendiarse por diversión. Por favor, espere.”

Al final, el coche sobrevivió, el garaje no, y el seguro se hizo famoso como el primero en pagarle a un coche… por daños emocionales.

Desde entonces, Don Evaristo no volvió a comprar autos sin seguro.
Ahora incluso asegura su bicicleta, por si acaso decide rebelarse también.

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