El Primer Presagio
Ese día, Chepe encendió las velas del pastel, pero cuando Antonio sopló con todas sus fuerzas, las llamas no se apagaron. Todas las amistades y familiares, entre risas nerviosas, intentaron apagarlas soplando juntos, incluso cubriéndolas con un plato. Nada funcionó. Las velas ardieron durante horas, hasta que, finalmente, se consumieron por completo.
Un Misterio que se Repetía
Al año siguiente, la situación se repitió. Muchas velas, muchas llamas indomables. Los vecinos también empezaron a murmurar. Algunos decían que era una bendición; otros, una maldición. Pero Antonio, lejos de asustarse, sentía una extraña calma cada vez que miraba el suave brillo de aquellas velas eternas.
La Revelación
El misterio se resolvió el día que Antonio cumplió 70 años. Su abuela, una mujer sabia que vivía en las afueras del pueblo, llegó con un viejo libro bajo el brazo. Entre sus páginas amarillentas, encontraron una historia idéntica: "Las Velas de los Deseos Verdaderos". Según la leyenda, solo ardían sin fin para aquellos cuyo corazón guardaba un propósito puro e inquebrantable.
Antonio, susurró la abuela, ¿qué es lo que más deseas en este mundo?.
Antonio, con los ojos brillantes, respondió sin dudar:
Quiero que nadie en nuestro pueblo vuelva a pasar hambre en invierno.
El Milagro
Al pronunciar esas palabras, las velas se apagaron de golpe. Y, como por arte de magia, ese mismo año, las cosechas fueron abundantes, los pozos no se congelaron y ninguna familia sufrió escasez.
Desde entonces, cada cumpleaños de Antonio fue normal… excepto por una pequeña vela que su abuela le regalaba, la cual, al encenderse, brillaba con una luz especial. Porque algunos deseos, cuando son genuinos, tienen el poder de cambiar el mundo.
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